Ha pasado alrededor de un año desde la derrota del Imperio Asiático, y Miguel Ángel Aznar, nombrado almirante de las Fuerzas Armadas ibéricas, ha logrado convencer a los gobernantes de todas las potencias terrestres y a los saissais venusianos de la necesidad de establecer unas fuerzas internacionales, bautizadas con el nombre de Policía Sideral, garantes de la paz en el Sistema Solar. La Policía Sideral se constituye y es puesta bajo el mando de su promotor, con lo cual ve satisfecha su iniciativa; no obstante, dos graves problemas vienen a ensombrecer el éxito amenazando con dar al traste con las recién creadas fuerzas espaciales: La negativa rotunda de los thorbods a entrar a formar parte de la alianza, y la carencia de dedona con la que poder construir una flota lo suficientemente poderosa para hacer valer su autoridad, puesto que el Rayo y su flotilla de naves satélites es incapaz, por sí solo, de asumir tan pesada responsabilidad