«¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me retienes encerrado en una caja? Yo ya estoy muerto. No me mataron tus manos, pero fuiste tú mi verdugo.»
El Cazador tiene la misión de apresar al alienígena, pero no sabe que hacer bien su trabajo no es la decisión correcta. Como tampoco lo es la de Aritz, profeta y rey de los rebeldes de Futura que, hostigado por el Caesar y sus huestes de áureos, decide obedecer las órdenes de su diosa Caliopi. Pero es que en Nunca fui para ti un hombre, sino un alienígena, todos son perseguidos por las consecuencias de sus malas decisiones del pasado. Prostituas y desertores, profetas y esclavas, madres y alienígenas; almas, todas ellas, perdidas en la inmensidad de una galaxia que está a punto de congelarse.