No tardaremos mucho en vivir eternamente, en un mundo conectado, sin hambre ni guerras. Nos lo cuenta Màrius, un joven abogado que debe defender a un escritor a quien el sistema ha denegado la prórroga vital. Afirma su cliente que ha caído en desgracia por defender la existencia de un haiku que desafía la idea de humanidad que el sistema pretende inculcar a través la red neuronal universal.
Con ojos atónitos, Màrius nos describe un mundo en el que algunos de los no prorrogados acaban sobreviviendo en comunas autogestionadas, más allá del cinturón de chatarra que rodea Madrid. Un escuadrón de robots cuadrúpedos, liderados por un centauro, irrumpirá en la sede de la Real Academia de la Lengua, donde teóricamente se custodia ese haiku, como afrenta al sistema, o quizá movidos por curiosidad cibernética.