Leo ha acudido al hospital para su revisión rutinaria. Le aterra más que otras veces porque tiene la certeza de que su enfermedad ha regresado. Pero no va a tener ocasión de corroborar sus inquietudes, porque en la consulta del médico no hay nadie. Ni en los pasillos, ni en recepción, ni en el resto de consultas. Ni en todo el hospital. Las calles también están vacías. Nadie. No hay nadie en ninguna parte.
Dispuesta a averiguar qué está pasando y sin terminar de creerse que pueda llegar a ser la última mujer de La Mancha, Leo decide ponerse en marcha. Siempre adelante.