La oscuridad innombrable es una colección de cuentos weird con los que Grau rinde homenaje a las viejas y conocidas historias pulp de H. P. Lovecraft, Clark Ashton Smith o Robert E. Howard aunque, eso es indudable, narradas con voz propia y de forma tan inquietante, macabra e imaginativa que le libran de caer en el pastiche y le sirven para crear un nuevo universo de terrores cósmicos más antiguos que la propia Tierra en la que se cobijan agazapados en la oscuridad más recóndita.
El lector comprobará que, en la práctica totalidad de los cuentos que componen el presente libro, los protagonistas tienen que hacer frente a una nueva realidad que hasta entonces desconocían, pero que siempre había estado ahí, agazapada entre las sombras.
[...] la realidad supuesta por las mentes racionales no es más que una capa más de las que rodean a los misterios más profundos que se esconden en su interior, se dice en uno de los cuentos. Pero, ¿qué es la realidad? ¿Sabría decírmelo usted, lector, sin dudar un instante? Tarea harto complicada la de expresar con palabras algo tan abstracto como la realidad, ¿no es cierto? Porque, veamos, ¿de qué realidad hablamos? ¿De la que se supone que vemos? ¿De la que ve el otro? ¿De la que conocemos? ¿De la que nos han inculcado? ¿De la que transcurre en el umbral de lo invisible y no podemos ver pero está sucediendo?... Siempre se nos ha dicho, al menos así nos ha sido adoctrinado en nuestros años de aprendizaje escolar que, a cada causa, le corresponde un mismo efecto, pero nada más alejado de, paradojas del destino, la realidad porque, como bien explica la Teoría del Caos, el resultado de algo viene condicionado por distintas variables, lo que hace imposible que esa consecuencia sea predecible a largo plazo.
El ser humano cree que todo orbita a su alrededor, que él es el único garante de que aquello que denomina realidad tenga sentido, que todo cuanto acontece en lo que le envuelve tiene una elucidación, y que aquello que no sabemos explicar, asimilar, entender o comprender, acabaremos por descubrirlo más tarde o más temprano, pero siempre haciendo uso de la razón e, invariablemente, anclados a aquello que consideramos innegable. Es por ello que, quien crea comprender todo cuanto sucede a su alrededor, vive inmerso en un craso error porque, veamos, ¿qué pasaría si trascendemos los límites de la mente humana y vemos las cosas con otros ojos diferentes? Es más, ¿y si es otro, ajeno a nosotros el que nos despoja de la venda que nos ciega para que descubramos la verdad?
T. E. Grau, con estos cuentos, y a través de su personal visión cosmogónica del universo primigenio que oculta el velo de la supuesta realidad, con ese horror cósmico pagano —como ya hicieran H. P. Lovecraft, Robert E. Howard o Clark Asthon Smith en el pasado— tan sui generis, se vale para deleitarnos con lo numinoso y su inevitable batalla con lo racional que se da entre el ciudadano de a pie y unas deidades ancestrales cuya simple visión llevaría a quien las viera a un proceso mental degenerativo en el que su raciocinio se desmoronaría, del mismo modo en que lo harían sus sistemas de creencia culturales —recordemos que la humanización iconográfica que el cristianismo ha hecho de la figura de Dios, ha llevado al imaginario colectivo a representar a las deidades como nuestros semejantes, como una proyección de nosotros mismos, algo con lo que Lovecraft rompió en su día, confiriéndoles una condición de impureza sin igual gracias a su no-corporeidad reconocible.
A lo largo de la mayoría de las presentes narraciones —salvo las que tienen ecos de la siempre exquisita Angela Carter, como sucede con «Señor Lobo», o las que destilan reminiscencias de los cómics de la EC, como es el caso de «Cervezas y lombrices»—, se nos presentan diferentes grupos de personas, sectarios y adeptos rindiendo pleitesía a sus deidades de más allá del tiempo, en una suerte de grupos seudo-fanático-religiosos que poco difieren (al menos, en lo que al sentido del culto como tal se refiere) de las distintas escuelas que han existido a lo largo de nuestra historia, y cuya única meta en este plano existencial en el que están atrapados, es trascender de dimensión y allanar el camino para que las antiguas deidades, los Padres Primigenios de todos nosotros, regresen al hogar que una vez fue suyo.
Así, lector, déjate abrazar por la oscuridad, y abre los ojos a esta nueva y terrible realidad que está por venir.