Cuando te regalan una caja de bombones, quizá eres de los que, después de inspeccionarla cuidadosamente, se comen primero los que más le gustan. O quizá sea al revés, y te gusta dejar los mejores para el final. Elia Barceló nos ofrece una caja llena de mundos posibles. Si estuviera llena de bombones, sería muy difícil —si no imposible— elegir en un sentido u otro. Todos, por supuesto, están envenenados.
Cada uno de los relatos es distinto al anterior, sorprende de una manera nueva, asombra por otras razones. Cada crueldad —porque el título hace justicia— tiene un sabor diferente. Es fascinante cómo la autora juega con el lector ofreciéndole una realidad solo para, poco después, romperle los esquemas e introducirlo en un mundo en el que nada es lo que parece.