Tras el terrible ataque a la fortaleza dárica de Fraem-Lab perpetrado por el demonio Trivaz, Alhanna y los dáricos emprenden su camino hacia Alviat para que Kishur pueda ocupar el trono. Mientras la inestabilidad en Marial-Pat está a punto de costar a los humanos la guerra que tan largo tiempo les ha enfrentado a los kalastys, y Quiazz comienza a comprender su papel en el juego de sombras que es el futuro de Muriath, los hermanos Hal se unen a los dáricos en su viaje, empujados por la certeza de que el destino de Shudei está irremediablemente unido al de Alhanna. Todos tienen claro su cometido, pero ninguno está preparado para el gran peligro que les acechará camino a casa ahora que la guerra se gesta en el Norte y los antiguos dioses de Muriath comienzan a despertar de su letargo