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La bestia de Gevaudan

La bestia de Gevaudan
Chevalley. Abel La biblioteca del laberibto 2021
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Doscientos años después de su desaparición, la Bestia de Gévaudan acecha todavía en la memoria colectiva. Sigue siendo un enigma que pertenece tanto a la crónica histórica como a la biología. Algunos están convencidos de que la Bestia no era más que un nombre colectivo atribuido a una multitud de lobos de gran tamaño; otros piensan que se trataba de un animal monstruoso. Lo que ningún escéptico puede negar es la presencia de cadáveres mutilados de jóvenes muchachos y muchachas que, cada mes, cada semana, en algunos momentos cada día, fueron apareciendo a lo largo de tres años en las alturas de La Margeride. Hay en todo esto detalles que evocan a un Jack el Destripador en sus peores momentos (o mejores, según otros), o a un sádico del estilo del conocido Vampiro de Dusseldorf. Nada impide imaginar a uno o varios monstruos humanos que podrían haber aprovechado la ocasión para hacer pasar su ferocidad de lobos por la de una bestia salvaje. Nada impide, en suma... A todas estas preguntas planteadas por un drama fuera de lo común intenta responder Abel Chevalley. Su investigación —que es una novela bajo la forma de una pesquisa histórica presentada como una crónica ambientada en la época de los hechos relatados— cuenta con todo el rigor de los acontecimientos reales.

 

Abel Chevalley (1868-1933), de padre relojero, dio clases de 1889 a 1904 como profesor agregado de inglés en el Liceo Voltaire. Abandonó la docencia para entrar en el ministerio de Asuntos Exteriores en 1905. Nombrado cónsul general en Pretoria, asumió al poco tiempo las funciones de cónsul general de Francia en Johanesburgo hasta finales de 1910, fecha en la cual le es confiada la subdirección de América en la Dirección de Asuntos Políticos y Comerciales. Nombrado Ministro plenipotenciario en enero de 1912, es enviado a Christiania (Noruega) en enero de 1914. En mayo de 1920, le ofrecen que sustituya a Fernand Couget, delegado francés en la Comisión del Plebiscito de Allenstein. Algunos meses después de acceder al cargo, es nombrado Alto Comisario de la República Democrática de Georgia en el Cáucaso, en Tiflis, donde se hace cargo oficialmente de sus funciones en diciembre de 1920. Tras la desaparición de la República, Chevalley, después de pasar un periodo como refugiado en Constantinopla, vuelve a Francia, donde permanece acreditado durante algunos meses ante los Gobiernos del Cáucaso en el exilio en Europa. Fallece en Chançay en diciembre de 1933. Hasta aquel momento, Abel Chevalley había publicado estudios sobre autores británicos y varias recopilaciones de poemas. Utilizó ocasionalmente el seudónimo de Jean Baslin.



Horror     

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