La ciudad Todos Santos, situada a dos millas de Los Ángeles, no es sólo una ciudad sino también una corporación, una entidad política. Y si uno está dispuesto a ceder parte de su independencia y permitir un mínimo de vigilancia a efectos de seguridad, puede convertirse en residente- accionista y penetrar en un mundo que, basándose en el derecho, produce orden, prosperidad y tranquilidad, pero en el exterior no se ve a Todos Santos como una moderna utopía. Los líderes políticos de Los Ángeles la consideran un drenaje al poder de la ciudad y a sus recursos económicos. Los residentes de los suburbios la ven como un símbolo gigantesco de la exclusión y represión. Los extremistas, como un enorme cáncer urbano.