Cuando el físico nuclear británico, doctor Cameron, fue requerido para emitir su opinión sobre un nuevo radiotelescopio patrocinado internacionalmente, no ignoraba que su misión era más política que científica.Pronto iban a producirse en el cielo fenómenos detectables a simple vista. Y las consecuencias de tales fenómenos iban a exigir de Cameron condiciones, no de sabio ni de político, sino de caudillo y hombre de acción.