Entre las manos tienes, lector o lectora, un libro ardiente que trata de la Madre, la entidad innombrable y mortífera que nunca se pierde, como dijo Julia Kristeva. Porque cuando se pierde, todo está perdido si ese espectro no se reemplaza por un objeto erótico, si el sujeto no es capaz de liberarse del peso plúmbeo que el cadáver materno le hace acarrear sobre su espalda encorvada. También dijo alguna filósofa que la Muerta regresa constantemente si está mal enterrada en nosotros mismos, si no nos hemos hecho sus amos sustituyéndola por un objeto de deseo plausible.