A finales de la década de los 70 del siglo XX los Estados Unidos se han convertido prácticamente en un estercolero debido a la presión consumista de sus millones de habitantes, que no se muestran dispuestos a renunciar a nada aún cuando entre otras cosas eso les esté costando un país en el que en muchas ciudades ya nadie sale a la calle sin una máscara con filtros de aire si puede evitarlo, en el que ríos y mares están contaminados, en el que la tasa de mortandad infantil no para de subir, y en el que cada vez hay más problemas para tratar las enfermedades y distintas plagas ya que microbios, bacterias, insectos y demás bichos se han ido haciendo cada vez más y más resistentes a fármacos y demás productos químicos.Por si no les bastara con destrozar su país, los estadounidenses son cada vez más odiados por los habitantes de otros países a los que los productos nocivos de los procesos industriales están afectando seriamente, y ya no es raro que de vez en cuando se produzcan ataques contra intereses estadounidenses o contra sus propias ciudades.Las únicas grandes beneficiarias de todo esto son las grandes empresas, cuyos beneficios no hacen sino crecer y crecer y a las que nadie puede ni se atreve a controlar.En este contexto, parte de la población de los Estados Unidos está reaccionando a todos estos problemas uniéndose a los comensalistas, más conocidos como trainitas, quienes siguen las enseñanzas de Austin Train, quien a través de sus publicaciones fue avisando de todos los problemas que se les venían encima.Los comensalistas propiamente dichos intentan poner en práctica lo que decía Train en sus libros cultivando productos de la forma más natural posible y viviendo de la forma más armónica posible con la Tierra que pueden, pero muchos otros de los autodenominados trainitas, hartos de lo que ven, están empezando a recurrir a la violencia y al terrorismo para intentar llamar la atención de la gente.Así, Train acaba por ver que no le va a quedar más remedio que volver a salir a la luz tras haber escogido desaparecer de la vida pública decepcionado porque nadie parecía hacerle caso, a ver si en esta ocasión consigue remover las suficientes conciencias antes de que sea demasiado tarde.