Comienza esta novela con el descubrimiento por parte de los terrestres de la forma de copiar las revolucionarias armas de luz sólida gracias al proyector traído de Urano por el comando de Miguel Ángel Aznar. Simultáneamente los científicos terrestres descubren que la radiación solar es perjudicial para la vida de los sadritas, los cuales sólo pueden medrar bajo los rayos de un sol de helio. No conformes totalmente con esta teoría, y no demasiado convencidos aún de que los pequeños pulpos capturados tras la batalla de Urano sean en realidad los auténticos sadritas, a los que muchos continúan considerando como una raza humanoide, los terrestres deciden enviar a Oberón un nuevo comando para que éste capture algún sadrita vivo con objeto de que pueda ser estudiado por los científicos terrestres; sadrita, se entiende, de los de visten armadura, puesto que muy pocos creen aún que los pulpos que fueran hallados muertos sean en realidad seres pensantes.