La noche del 29 de octubre de 1590, Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa, irrumpe armado en la habitación de su esposa. En pocos minutos, la degüella y acaba también con el duque de Andria, al sorprenderlos a ambos desnudos en el mismo lecho. Veintitrés años después, ya en su vejez, Gesualdo es denunciado ante el virrey de Nápoles por sus contactos con fantasmas, brujerías y las extrañas penitencias a las que se somete. Desde España, el rey envía un juez pesquisidor, don Diego de Carriazo, con órdenes de que trate el asunto con discreción y eche tierra sobre los tormentos que asolan al noble, famoso por sus madrigales y otras composiciones musicales. Por deseo del papa, Carriazo será asistido por un sangriento inquisidor, el padre Hueso, obsesionado con el mal.