La noche más larga, los días más oscuros del calendario, siguen conservando su naturaleza inquietante. Ya no somos el mono asustado que se preguntaba si las tinieblas terminarían desvaneciéndose, ni el campesino al que dejaban solo con sus pensamientos en mitad de la oscuridad, cuando no había más que esperar de la tierra. Creemos haber dejado atrás a aquel mono y aquel campesino, pero su lección la tenemos bien aprendida: el momento de pausa e incertidumbre que es la bisagra entre un año y otro es la ocasión perfecta para llamar a la buena suerte. Por eso lo seguimos llenando todo de luces. Por eso intercambiamos regalos, como un gesto de magia simpática. Ninguno de nuestros ritos propiciatorios -laicos, inconscientes, comunitarios - ha conseguido, sin embargo, aplacar la esencia de esta estación. La luz regresa al mundo pero, de momento, reina la oscuridad: busquemos refugio. Son días sagrados, en los que estamos dispuestos a creer en cualquier cosa: en la magia, en la redención. Hay un calendario viejo, hay un calendario nuevo: cómo pasa el tiempo. Recordamos a los que no están asumiendo que, inevitablemente, un día nosotros también seremos fantasmas. De todo ello tratan las historias de este libro.