Me llaman Candy Man. Pero ese no es mi verdadero Nombre. En realidad no tengo Nombre. Y querría tenerlo. Por eso recorro las Calles vendiendo mi azúcar hilado y denunciando a la gente a los Preceptores, y los Altavoces me dan mis tubos como recompensa, y esto me permite sobrevivir. Y espero conseguir algún día mi Nombre y saber cual es mi Propósito. Aunque tenga que pasar los Ritos y arriesgarme a que mi cerebro sea quemado, como el de la mayoría. Aunque deba enfrentarme al Muchacho que quiere matarme a toda costa, y acceder a los deseos del Hombre Gordo, y descender a las profundidades de este mundo en desintegración, en busca de sus orígenes y del habitáculo de la Máquina Profunda, para descubrir allí junto con la Toroide, el secreto de mi verdadera identidad. Espero ...