Grandote, fortachón, encefalograma plano: el ejército hizo de Bill el perfecto soldado de las galaxias, el perfecto peón de la épica lucha entre la cultura y la civilización terráqueas y todos los imperios del mal (son muchos) del universo, el perfecto fantaseador sexual y el perfecto aspirante a la muerte por cirrosis alcohólica. Pertrechado con dos brazos derechos -el que cuelga de su hombro izquierdo es negro, rescatado, tras la muerte de un camarada, por un cirujano militar poco escrupuloso-; un glorioso colmillo procedente del más sanguinario de los muy sanguinarios instructores de reclutas, y de un pie (o una sucesión de pies, todos insatisfactorios: ¿quién va a molestarse en buscar buenos pies a los soldados rasos?) en sustitución del que se había volado; no puede decirse que Bill hubiera triunfado en la vida, incluso procediendo de una granja. Pero el destino, siempre misericordioso con los más brutos, le iba a deparar las más estupendas, indeseables y emocionantes pruebas...EN EL PLANETA DE LOS VAMPIROS ZOMBIS En su intrépida carrera por ir de mal en peor, Bill se encuentra a bordo de la Merced, a cargo de un grupo de angelicales prisioneros (el mejor amigo que hizo era un asesino múltiple. Con hacha). El capitán de la nave era peor; y no es que fuera muy malo, es que estaba loco. En esta compañía, Bill va a dar en un planeta habitado por unos seres monstruosos que chupan la sangre. A pesar de que él sabe que en su vida militar pueden pasarle cosas aún más espantosas, trata de salir de allí. Y es que ya se había dicho que Bill no era muy inteligente.