En Agujeros de Sol, Nieves transita por esos oscuros senderos que tan bien conoce: ese terror angustioso, asfixiante, agónico y desagradable que se aleja de los tropos más gastados y conocidos del género, para fijar su mirada en un universo alejado de lo sobrenatural propiamente dicho y en un terrible monstruo que no tiene aspecto de tal, pero que es más temible que cualquiera de ellos: el ser humano y la parte más fea y negra de su alma.
Esta novela, con ecos de Joyce Carol Oates y su Zombi, de lo más sórdido de Jack Ketchum, del suspense y la obsesión de Daphne du Maurier, o de la anormalidad familiar de Yorgos Lanthimos en "Canino", nos presenta la historia de una venganza, narrada con ese estilo tan particular suyo, caracterizado por esa especie de confusión premeditada que producen los diferentes períodos temporales de las diferentes historias alternándose entre sí (algo similar a matrioskas como dice ella misma).
Ella volverá con el hielo, con el frío, a jugar con todos nosotros.
Debería nevar esta noche. Debería estar nevando. Igual que en el día en que la avalancha se la llevó.
La luna cianótica tendrá su rostro, ese que lleva años muerto y enterrado, aunque no en nuestra memoria.
¡Ponme otra copa, por supuesto, y brindemos por ella!
Querrá jugar con todos nosotros de nuevo, a aquel pasatiempo que le dio por llamar, a saber por qué, agujeros de sol.
Volverá para desenterrarlos a todos.
Volverá para desenterrarlo todo.
Feliz Navidad.